viernes, 19 de agosto de 2011

17 de Agosto. Llanganuco en BTT


A las seis nos recoge nuestro guía de hoy (Javier) y nos acompaña hasta la agencia, cogemos las bicicletas ( los sillines son los más incómodos e inestables que hemos visto jamás y los frenos... frenar frenaban, pero iban muy duros...), vamos a un garage (corral con suelo de gravilla) donde los minibuses entran de culo y tras cargar las cosas en la baca se van y entran otros. A la media hora llega el nuestro, cargamos las bicis y salimos. Los primeros 20 minutos de viaje nos son amenizados por un vendedor ambulante que con todo el morro nos ofrece un ungüento milagroso, que, para sorpresa nuestra, la mitad del autobús lo compra. El autobús era para verlo, cutre, cutre, los asientos se desmontaban en cada bache y la tapicería... mejor lo dejamos. Éramos los únicos turistas del Bus y al principio nos miran con curiosidad, pero luego ya pasan de todo. Después de una hora de carretera y dos horas de traquetear por un camino de piedras, llegamos a la impresionante laguna de Llanganuco, a 3.900m, a nosotros nos dejan un poco más arriba, en un lugar llamado Portachuelo. Desde allí se ven las dos lagunas de Llanganuco y el Huascarán. Salimos con las bicis y después de una pequeña subida (que a 4.000 m. se hace penosa) llegamos a un mirador donde Javier nos toma unas fotos y bajamos hasta las lagunas de un verde azulado impresionante. descansamos para tomar unas fotos y comenzamos el descenso. Al principio vamos por una senda muy verde, llena de árboles y plantas. Al poco llegamos a una enorme roca enmedio del camino.

Es una de las rocas que se desprendió del Huascarán en el terremoto de 1970 (una enorme avalancha de lodo, hielo, nieve y rocas sepultó el pueblo de Yungay causando 70.000 víctimas). Continuamos bajando por unos sitios preciosos hasta coger la pista principal y tras 3 horas de frenar sin parar llegamos al nuevo pueblo de Yungay con las manos destrozadas de tanto frenar ( y del manillar que era una m... ). Vemos un poco el pueblo, nos tomamos algo fresquico y bajamos a la estación de buses, que realmente son furgonetas con 12 asientos (pero llegan a meter 15 personas), a esperar que llegue uno con baca para las bicis. Llega uno, pero al ver que somos turistas nos quiere cobrar más por las bicis y el guía le manda a paseo, así que esperamos que llegue otro con baca. Llegan tres sin parrilla y el cuarto otra vez nos quiere cobrar de más y otra vez es mandado a paseo. Pasan 8 más sin baca y ya anochece, cuando nos planteamos montarnos en el siguiente y dejar allí al guía con las tres bicis y que se la casque, por espabilao. El siguiente que llega tampoco tiene portaequipajes, pero va medio vacío y el chiflao del guía le convence de desmontar los asientos traseros para meter las bicis. El viaje merecería otra entrada aparte sólo para describir cómo conducen y la gente peculiar que subió, por no hablar de la musiquica que ponían en la radio... Muy entretenido. Llegamos a Huaraz, dejamos las bicis y al guía y en cenar a dormir, que no podemos mover un músculo del cuerpo, por no hablar del terrible dolor de culo que nos han dejado los magníficos sillines.

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